Resumen: La cartografía: entre ciencia, arte y manipulación

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El mapa geográfico no es el territorio. En el mejor de los casos es una representación o una «percepción» del mismo. El mapa ofrece a los ojos del público sólo lo que el cartógrafo quiere mostrar. Es sólo una imagen trunca, incompleta, parcial y hasta adulterada de la realidad.

Los mapas han generado grandes inconformidades por su elaboración. Representantes Azerbaiyán con Armenia discrepan por el mapa del Cáucaso. A China Popular no le agrada que la isla de Taiwán sea considerada como Estado independiente. Durante una cumbre israelíes y palestinos llegaron a las manos respecto de un mapa considerado no conforme. National Geographic fue objeto de la ira de Teherán por mencionar «Golfo Arábigo», en lugar de «Golfo Pérsico».

Para evitar discrepancias muchos editores prefieren eliminar cualquier mención conflictiva. A finales de los 90, el Banco Mundial llegó a pedir a su servicio de cartografía que no realizara mapas que incluyeran territorios sensibles.

Los aviadores, por su lado, no tienen otra opción que creer en el mapa. La confusión en la mente de los lectores proviene de la forma final del mapa. El cartógrafo es totalmente libre de transcribir el mundo como mejor le parece.

Dos mentiras habituales

En 1989 el Muro de Berlín se derrumbó y la frontera, apenas abierta, comenzó a desaparecer bajo las oleadas humanas que descubrían un mundo que les había sido oculto. Así, Alemania del Este, se entregaba a la mirada curiosa de algunos geógrafos y cartógrafos.

Esas circunstancias históricas excepcionales nos permitieron ver mucho más el aspecto político de los mapas e identificar dos mentiras habituales.

Una mentira por omisión, pues el mapa es una representación incompleta de la realidad, ya que resulta imposible transponer todo en su superficie. Quien lo dibuja selecciona de manera razonada los elementos que desea cartografiar, pero su elección depende de sus propios conocimientos, de su sensibilidad y de sus intenciones.

Y una mentira por falsificación, pues, dada su condición de «ícono», el mapa, considerado como instrumento político, constituye el objeto por excelencia de todo tipo de manipulaciones, desde las más torpes hasta las más sutiles.

Los colores de la ideología

El mapa no es totalmente arte ni totalmente ciencia: tiene que ver con el primero como obra compuesta por movimientos, colores y formas, y con la segunda, por sus datos cuantitativos y cualitativos.

Evidentemente, el cartógrafo contemporáneo dispone de mayores ventajas para elaborar su propio sistema de representación. El lector, programado para interpretar los colores según su medio cultural e ignorante de su relatividad. Por ejemplo, los colores cartográficos de la Guerra Fría: el rojo para los malos y el azul para los buenos. Un azul tranquilo y pacífico es el color preferido los países de occidente, sin embargo, la OTAN no es tan pacífica.

El mapa es, una obra de arte, en la medida en que no se limita a miniaturizar el territorio, sino que expresa además la sensibilidad de los pueblos, la percepción que tienen de las sociedades humanas y de su modo de organización espacial.

Resumen del artículo: La cartografía: entre ciencia, arte y manipulación. Le Monde diplomatique. Edición Cono Sur, Número 81 – Marzo 2006. pp. 20 – 22.